Comunicar desde el ser para inspirar al hacer

Feb 28, 2025
 

Historias que transforman

La resonancia en la comunicación es aquello que ocurre cuando lo que dices deja eco y para que lo tengamos claro no es magia, es conciencia. Esto sucede en el momento en el que lo que compartes no solo se escucha, sino que genera repercusión en quien lo recibe, cuando tus ideas, tu perspectiva y tu experiencia encuentran un punto de conexión real en la mente y el corazón del otro.

Desde la conciencia de comunicación, esta posibilidad no depende de las palabras mas sofisticadas ni de los datos más precisos, sino de la autenticidad con la que compartes lo que has vivido y comprendido. Es el puente entre lo que has experimentado y lo que otros necesitan escuchar para verse reflejados y transformarse.

Pero, ¿qué pasa si creemos que nuestra voz no es suficiente?

 

El error es buscar la voz afuera cuando debe venir de adentro

Hace un tiempo, conocí a una líder brillante, tenía conocimientos profundos en su industria, la veían en el grupo directivo y de accionistas como una persona idónea para el rol y para un sin fin de desafíos de su sector y de la compañía, pero a la hora de comunicar, sentía que no lograba impacto. 

Creía que le faltaba “más preparación”, así que buscó en libros, estudios académicos y referencias externas la manera de construir su narrativa, sentía que su voz no tenía fuerza. Memorizaba datos, recopilaba citas de expertos y trataba de hablar como las personas que admiraba.

Ella pensaba que lo que le faltaba era más conocimiento técnico, más literatura, más estudios. Y así fue como se sumergió en un océano de datos, acumulando teorías sobre liderazgo, comunicación y comportamiento organizacional. Buscaba en otros la manera de construir su voz, convencida de que si citaba los suficientes estudios, entonces su discurso ganaría autoridad.

El problema es que, aunque decía cosas relevantes, su mensaje no dejaba huella. Sonaba correcto, pero no conectaba. Lo que ella no veía era que su voz ya existía. Solo que estaba tratando de construirla con piezas que no eran suyas. Aquí es donde muchas personas cometen un error común: creen que la clave para tener una voz fuerte y creíble está en acumular datos, teorías y referencias externas.

Pero su equipo no necesitaba más teoría. Necesitaban su perspectiva.

La conversación que cambió su enfoque llegó en una sesión de trabajo en la que le pregunté: "Si tuvieras que contarme una experiencia en la que realmente aprendiste algo sobre liderazgo, ¿qué me dirías?". La claridad llegó cuando empezamos a trabajar en reconocer y reconectar con su historia, con sus vivencias, sus capacidades y con su forma única de ver el mundo. 

Y ahí lo dijo: "Aprendí más sobre liderazgo el día en que tuve que tomar una decisión difícil, sabiendo que no todos iban a estar de acuerdo. Los libros dicen que un líder debe escuchar, pero nadie te explica cómo manejar la culpa cuando sabes que tu decisión es la correcta aunque duela." Ese fue el momento en el que reconoció su verdadera voz. No desde lo que había estudiado, sino a partir de lo que había experimentado. En lugar de apoyarse en lo que otros decían, comenzó a reconocer el valor de lo que había vivido en su propio camino.

Y aquí aparece un punto clave: contar historias no es contar cuentos.

 

Narrar experiencias no significa ser un cuenta cuentos

Cuando nos dicen que tenemos que enriquecer nuestra narrativa, muchas veces nos presentan ejemplos coloridos, llenos de detalles casi cinematográficos. Y ahí surge la resistencia:
"Yo no soy escritor. Yo no soy storyteller. No quiero sonar forzado."

Y es cierto. Si no trabajamos en la industria creativa, no estamos aquí para construir cuentos, sino para compartir experiencias que transmitan conocimiento, reflexión y propósito.

Una historia bien contada no es un artificio. No necesita adornos innecesarios ni giros dramáticos. Basta con que sea coherente, honesta, relevante y aporte valor.  Así que la pregunta no es qué historia tienes que contar. La pregunta es: ¿Qué has vivido que pueda hacer eco en los demás?

Entonces, ¿cómo entregar ideas que realmente conecten?

1: Identifica tu esencia (y acá acudo a uno de los primeros aprendizajes que he recibido del universo de preparación de speakers para escenarios TEDx).

Piensa en tres momentos clave en tu vida profesional, por ejemplo:
- Un logro que te llenó de orgullo.
- Un desafío que cambió tu forma de ver el mundo.
- Una decisión que definió quién eres hoy.

Cada uno de esos momentos es un ancla de conocimiento que puedes usar para conectar con otros. No necesitas buscarlo en un libro, en Harvard Business Review ni en una charla TED. Está en lo que tú ya has vivido.

2: Sigue la estructura que hace que las historias funcionen.
Existen varias y yo te comparto una que me encanta, la creó Nancy Duarte y plantea que toda historia poderosa sigue un patrón:

1. Inicio: ¿Cuál era la situación antes del cambio?
2. Conflicto: ¿Qué reto tuviste que superar?
3. Transformación: ¿Qué aprendizaje surgió de esa experiencia?
4. Impacto: ¿Cómo ha influido en tu forma de liderar hoy?

Vamos hacer el ejercicio retomando el caso de esta líder:

Inicio: “Durante años creí que mi conocimiento técnico hablaría por mí. Me apoyaba en datos, reportes y teorías.”
Conflicto: “Hasta que me di cuenta de que, aunque sabía mucho, mi equipo no lograba conectar con mi mensaje. Se quedaban con la información, pero no con la intención.”
Transformación: “Un día, en donde la presión estaba ganando la batalla decidí probar algo distinto para el desarrollo de una reunión clave. En lugar de empezar con números, compartí mi experiencia personal con el problema que enfrentábamos. Vi cómo la energía en la sala cambiaba.”
Impacto: “Desde entonces, cada vez que presento una idea, defino no solo ¿qué quiero que pase?, sino ¿Qué de mi experiencia es útil compartir para llegar a ese resultado?. Empiezo desde mi vivencia. Y el logro ha sido una transformación total en cómo mis equipos, pares y líderes, escuchan, participan y se involucran.”

 

Cuando la audiencia entiende tu perspectiva, todo cambia

En el momento en que ella comenzó a hablar desde su experiencia en lugar de hacerlo solo desde la teoría, su equipo dejó de verla como una fuente de información y empezó a vivir su liderazgo. Brené Brown, en su estudio sobre vulnerabilidad, refuerza esta idea cuando dice que: 

"las historias bien contadas no solo generan conexión, sino que crean confianza, porque nos recuerdan que todos compartimos las mismas emociones, miedos y aprendizajes".

Los imaginarios cambiaron: Antes, veían sus datos como órdenes abstractas. Ahora, entendían la razón detrás de cada decisión.
La conexión emocional aumentó: La comunicación dejó de ser fría y estructurada, y empezó a ser genuina y cercana.
El compromiso creció: Porque las personas no solo seguían instrucciones, sino que se sentían parte de la historia.

Lo que tú aportas desde experiencia, comprensión y vivencia es único y poderoso. Nadie más lo puede decir como tú, y tampoco lo pueden poner en duda.

Esta es la clave: No necesitas parecerte a nadie más, tu historia tiene un valor incuestionable porque es tuya.

 

Nos lo han dicho: El cerebro no recuerda datos, recuerda historias

Los estudios en neurociencia han demostrado que el cerebro humano no retiene listas de datos ni argumentos fríos, recordamos solo el 5-10% de la información que escuchamos, pero retenemos hasta el 65-70% de lo que se nos cuenta en forma de historia, mi interpretación es que recordamos lo que sentimos, imaginamos, lo que nos hacen vivir desde las palabras y las ideas.

Y acá viene la explicación, esto sucede porque las historias activan múltiples áreas del cerebro:

Datos aislados Se procesan en el área del lenguaje, pero se olvidan rápidamente.
Historias con emoción Activan la memoria, la empatía y la identificación.

Prueba este ejercicio:

  1. Piensa en un dato aleatorio, por ejemplo: "El 85% del éxito en el desempeño profesional se debe a habilidades blandas, no técnicas."
  2. Ahora, intenta recordar la última historia que alguien te contó sobre cómo una habilidad blanda cambió su vida profesional.
  3. ¿Cuál recordaste mejor? Seguramente la historia.

Eso es lo que hace la diferencia. No es la cantidad de información, sino cómo la conectamos con la emoción y la experiencia.

 

Tu historia tiene el poder de transformar

Las historias bien contadas no solo inspiran, generan acción. Un líder que sabe narrar su propio camino no solo comunica mejor, sino que crea un impacto duradero en quienes lo rodean.

Un ejemplo poderoso de esto ocurrió en una empresa con la que trabajamos en Think & Talk. Un director comercial llevaba meses intentando convencer a su equipo de la importancia de un nuevo enfoque estratégico. Había usado gráficos, reportes, estudios de mercado… pero no lograba que su equipo se involucrara realmente.

Hasta que, en una reunión, cambió de enfoque.

En lugar de mostrar más datos, contó la historia de una empresa que había ignorado esta misma estrategia y terminó perdiendo una oportunidad de mercado invaluable. Les contó sobre el impacto real en las personas, en los empleados, en los clientes.

La reacción fue inmediata. En vez de dudas y cuestionamientos, hubo preguntas sobre cómo aplicarlo en su propio contexto. La historia generó un cambio que los datos no habían logrado en meses.

Es el momento de responder: 

¿Cuál es la historia que puedes empezar a contar hoy?

¿Cómo puedes integrar tu historia en tu liderazgo y comunicación profesional?

¿Qué experiencias te han formado como líder o profesional?

¿Cómo puedes compartir tu perspectiva sin sentir que necesitas adornarla o justificar con teorías externas?

Mi propuesta es que a partir de ahora cuando pienses en comunicar con impacto, amplíes tu visión para que no te concentres solo en la claridad y en la estructura del mensaje, apunta a la resonancia, no te quedes con el 5% de recordación o menos, si puedes acceder al 65%. Lo que tú aportas desde tu experiencia, comprensión y vivencia es único y poderoso. Nadie más lo va a decir así. Y tampoco lo pondrán en duda, porque es tuyo.

Un abrazo 

 

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