¿Por qué nos cuesta tanto ser coherentes?

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Story telling

Hace algunos años entró a mi oficina una persona -que con el paso del tiempo tuve el privilegio de conocer muy bien y de acompañar. Est@ gran ejecutiv@ con varias décadas de trayectoria en roles de alta gerencia era imponente; desde su tono en adelante todo decía que estaba acostumbrad@ a que su palabra fuera la primera y la última

Ese tipo de personalidades me desafían, hacen que mi trabajo sea un gran reto debido a que usualmente esperan que los espacios de preparación sean un mar de halagos, que nutran su EGO y por supuesto que por nada del mundo se opongan a sus ideas, posiciones, propuestas, etc. 

Una actitud que dista bastante de lo que hacemos en Think & Talk, una casa diseñada para desafiar capacidades y características de comunicación, conducir a las personas hacia la coherencia y al fortalecimiento de las ideas, no a perseguir un comité de aplausos. 

Aunque debo reconocer que este tipo de personas, precisamente por el reto que representan, nos enseñan, ponen a prueba nuestros caminos y muchas veces nuestra capacidad de ser perseverantes.  

En su caso, buscaríamos un camino para dar solución al reto de consolidar su imagen de liderazgo al asumir una nueva posición regional, una tarea que en principio suena sencilla y que es bastante cotidiana para nosotr@s. 

Cuándo empezamos a trabajar, nuestro primer recurso fue escuchar con atención la imagen que tenía de sí mism@ a partir de su recorrido laboral y la percepción que había construido de su entorno.  

En sus palabras nos habló de “la capacidad de integrar a las personas alrededor de sus ideas” y de cómo su fuerza se traducía en credibilidad, algo que puede ser absolutamente cierto si tenemos en cuenta que:

Sin embargo en la medida en que narraba un camino de varias décadas, esta persona acudía a palabras como controlar, imponer, forzar y muchas otras que no necesariamente corresponden a la acción literal de integrar, definida en el diccionario como esa capacidad para  “hacer que una persona se incorpore a algo para formar parte de ello”, y en el caso de la comunicación adecuada: que lo haga sin imposición.

 

Indagando un poco más, me di cuenta de que esta persona había crecido profesionalmente bajo el modelo de manifestarse con fuerza e imponerse para evidenciar confianza y ocultar sus flaquezas 

Un comportamiento que es muy frecuente y que en realidad corresponde a modelos de enseñanza en donde te invitan a que jamás muestres tu debilidad, sin importar esto cuanto cueste, pero que como todo en la vida en algún momento se ve derrumbado por la verdad.  

Emplear este camino para construir un rol y una carrera es equivalente a montarse en una montaña rusa muy extrema sin ningún tipo de seguridad, apelando a la increíble fuerza que se puede tener. Si lo vemos de esta manera, entendemos que es algo absurdo que fácilmente nos costaría la vida.  

En el marco empresarial, esto suele estar naturalizado; la persona en rol de poder que:

desafortunadamente aún es parte de los ecosistemas organizacionales.  

En este punto es importante hacer una aclaración: No se trata de profesionales jóvenes o mayores, esto simplemente tiene que ver con su camino de formación o de su experiencia.

Además de detectar estos puntos de alerta, empecé a ver que la bondad era un término asociado con caridad, que no estaba contemplado en su universo laboral. Que las personas a su alrededor se habían transformado en recursos transaccionales, y que su capacidad de escucha era muy baja.  

Un panorama que me obligaba a analizar ...

Teniendo en cuenta que en su cabeza no existía persona más adecuada para este nuevo rol, una posición alimentada también con un proceso de concurso desafiante, que había superado gracias al encanto y a la necesidad o dinámica de varias personas de su entorno que preferían validar su - capacidad -  para no entrar en conflicto.  

Esta situación nos puso tanto a al equipo como a mí en un gran reto, el de definir con precisión aquellos puntos que alejaban a la persona de su expectativa / necesidad de coherencia, para luego poder demostrarle que si esto no se ajustaba, el objetivo difícilmente se podría cumplir.

Como seguro alcanzas a intuir, no era algo menor, pero en esta casa no aceptamos el camino fácil de armar lindas frases o discursos, darle un par de tips para moderar los comportamientos más críticos y listo, o ayudarle a que las personas con las que interactúa construyan un imaginario que se iba a caer a los pocos días ante la primera situación de diferencia o desafío. 

En ese momento me acordé de una frase muy poderosa que dice que “Tu actitud va a determinar tu altitud” , una descripción perfecta empleada por Clyde Lee Dennis que nos ayudaría a conducir a esta persona por un camino desafiante, pero sostenible, y sobre todo real. 

Al principio de la ruta que dibujamos encontramos naturalmente el rechazo, acompañado de los miedos y de una de las barreras realmente difíciles de bajar “si toda mi vida lo he hecho así y vean cómo me ha ido de bien", ¿por qué tengo que cambiar algo ahora? Una pregunta a la que solo esta misma persona podía dar respuesta.

Nosotr@s teníamos varios argumentos, llenos de contundencia y datos, pero como bien nos ha enseñado esta misión de trabajar con adultos, esto no era cuestión ni de imponer ni de convencer, el rumbo debía ser por la persuasión, para que nuestr@ directiv@ llegara por su propio análisis a la conclusión, a la aceptación y activara el interés por dar los pasos necesarios.  

Después de entregarle algunos recursos para fortalecer las posibilidades y bondades que vendrían al activar su ConCiencia respecto a profundizar en el camino propuesto, dejó de contactarnos por un par de semanas. Yo llegué a pensar que había tomado la decisión de suspender su entrenamiento, pero de repente su asistente me llamó para pedir espacio en mi agenda y una luz de posibilidad volvió a aparecer.

Llegó el día del espacio de trabajo, yo me había preparado con información abundante de cada una de las aristas de lo que hoy esperamos de una persona en rol de liderazgo, pensando en que si esta podría ser la última vez que nos viéramos al menos  le entregaría todo lo que teníamos a mano, no me quería quedar en un simple “te lo dije”.

Entró a mi oficina, curiosamente su voz y postura se sentían algo diferentes y empezamos a conversar, de inmediato me manifestó que tenía un gran reto debido a una confrontación con una persona de su equipo que había desatado una serie de situaciones que ponían en riesgo su ascenso. Me dijo que esa era la razón por la que había regresado, se dio cuenta de que su discurso y su venta como líder estaban mucho más que en riesgo. 

Gracias a esta coyuntura regresó, con más dedicación y apertura que muchas otras personas que acompañamos, y con una nueva meta, la de trabajar cada día por su coherencia. 

 Hoy se mantiene fuerte, las características arraigadas no necesariamente cambian, pero entendió que este recurso se podía emplear de una manera diferente, lo implementó para validar propuestas de su gente y para hacer respetar iniciativas de la organización.

Cambió el temor a evidenciar su vulnerabilidad por apertura para permitir a otros complementar su conocimiento técnico, y por espacios de construcción conjunta que se han transformado en grandes resultados. 

Decidió profundizar en el conocimiento y administración de las palabras, para transformarlas en sus mejores aliadas y poder entregar de manera correcta y potente lo que piensa en cada momento en donde es necesario, sin maltratar ni afectar a nadie, creando espacios seguros en donde todos los participantes ganan. 

Trabajó para volverse muy hábil eliminando distracciones y haciendo preguntas que pusieran en evidencia su capacidad de escucha, su atención y su comprensión del tema; una práctica que rápidamente se volvió su modelo para promover la conversación, construir confianza y evidenciar que su intención es de apertura y transparencia. 

Pero lo más importante de todo este esfuerzo, más allá de lograr su ascenso laboral y cambio de percepción en su estilo de liderazgo, es que se comprometió con ser responsable de su coherencia, una tarea dura, diaria y desafiante que exige un alto nivel de ConCiencia de Comunicación. 

Te resumo y comparto esta historia para invitarte a un cuestionamiento: ¿Qué tanto cuidas tu coherencia en el día a día?.

Si no tienes una respuesta clara te propongo hacer un ejercicio sencillo, registrar cuántas veces a la semana, garantizas que lo que piensas, sientes, dices y haces funciona al unísono, este es un buen inicio para trabajar en características y capacidades indispensables. 

Un abrazo y espero que disfrutes, comentes y compartas esta dosis de #ConCienciadecomunicación.

Paula 

 

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