Cuentos que, aunque parezcan, no son cuentos Cuento #2

Aug 15, 2025
 

Capítulo 2: El cambio de piel de la culebra

Un juego que no te pertenece y te envenena

En una empresa sin ventanas, donde las salas eran más grandes que las ideas, trabajaba una mujer que hablaba poco y sonreía justo lo suficiente. Al principio no era la más ruidosa, pero muchos empezaron a temerle, tampoco era la más brillante, pero siempre ascendía y lograba lo que se proponía.

Algunos decían que tenía una agenda oculta, otros, que era astuta como una culebra - Ella sabe moverse -, decían, - se arrastra, pero llega - era la afirmación de los pasillos al respecto. Lo que nadie sabía es que esa mujer no nació culebra, pero un día decidió hacer lo posible para convertirse en eso.

Se cansó de sentir que no tenía ideas o voz suficiente, de atormentarse por creer que era invisible ante los ojos que le interesaban. Fue así como la desafortunada envidia se juntó con la ambición, sin límite de ver que había personas con más voz a su alrededor, pero gracias a su ceguera ella las demostró con menos alma. 

Fue entonces cuando se volvió experta en sonreír para no incomodar, en ser complaciente para no ser “demasiado”, en disfrazar su fuerza para que no la llamaran amenaza, y en hacer todo y mucho más simplemente para aparecer y figurar. Así que se volvió sigilosa, aprendió a morder sin que se notara, a mirar sin pestañear, a ganar, aunque eso la alejara de sí misma.

Descubrió que esto funcionaba, pero también que las personas que sobresalían no se arrastraban en silencio, y con muy mala suerte eligieron el camino de aquellos que se vuelven - expertas - aprendiendo a usar la voz de otros, convirtiéndose en ladrona de ideas, sí, algo muy mal visto, pero al parecer para ella el resultado lo valía. 

Esto sin importar que desde el propósito, en realidad ocurre algo realmente triste: el repetir ideas como propias, pensando que nadie va a notar que cada palabra es robada, le hace perder un pedazo de sí misma.

Este tipo de personas abundan hoy, se vuelven eco de discursos que no sienten, maestras de la apropiación disfrazadas de brillantez, acumuladoras de halagadores que en realidad se acercan por intereses individuales y similares. 

Esto es algo que no hacen por maldad, sino por miedo, porque les enseñaron que ser auténticas no es suficiente, porque les dijeron que el reconocimiento viene después de complacer, de sonar como se debe, de demostrar que sin importar cómo se someten a jugar el juego, y finciendo ser mejor que todos. En realidad lo hacen porque nadie les enseñó el verdadero valor de ser.

Así, caminan sobre palabras ajenas como si las hicieran suyas, reciben aplausos, pero no miran de quién, se sienten rodearse de admiración, pero esa peligrosa adulación y cada paso que creen dar con seguridad lo que hace es alejarlas de su verdad, porque a diferencia de lo que muchas personas creen, no son culebras. Cuidado con este error, esas culebras no son más que espejos rotos tratando de reflejar un poder que nunca sintieron propio.

Lo más triste de todo esto no es el daño que hacen, es el silencio que se tragan para lograr lo que sea, porque finalmente el problema no es la culebra, es la jaula que la obliga a elegir entre ser fiel a su real poder o jugar el juego.

Nadie sospecha que, bajo ese traje y ese aspecto impecable, vive una mujer cansada, frágil, miedosa, no por trabajar, sino por tener que justificarse por cada paso que da. Esta es la persona que usualmente recibe el título de manipuladora, cuando solo es alguien que aprendió a moverse para que su esencia jamás sea vista.

Lo llamaron peligroso, cuando lo más peligroso era haber crecido creyendo que su voz no bastaba, así se volvió experta en algo que nadie enseña… a robar ideas, posturas y acciones con tanta elegancia que pocos se dan cuenta, a decir lo que otros piensan creyendo que lo hace mejor que ellos, ya sentir que suena convincente sin estar convencido. 

Insisto no es maldad, si se pudiera poner un nombre a esta enfermedad sería algo así como hambre de pertenecer, eso que pasa por cansancio de no encontrar caminos claros para ser escuchada, porque crecer con una voz que no es tuya es sobrevivir hablando como quien no eres.

Y el problema no es que se te note, el problema es que se te olvide . Y en este cuento, que aunque lo parece, no lo es, así ocurrió: En un momento muy visible se le olvidó, en pleno show, en el que creía era su momento de brillar más, en donde debía ser más lúcida, allí nada era real excepto un destello de la poderosa conciencia que le recordó algo que le dolió más que cualquier juicio. Había llegado lejos, pero no por su cuenta, no con sus palabras o ideas. En los cuentos dirían que lo habría logrado gracias a los artilugios, en este, yo diría que gracias a las mentiras. Entonces no gritó, tampoco tuvo la valentía de enfrentar la verdad de ser ladrona de ideas, solo se calló y en ese silencio comenzó, por primera vez, a encontrarse.

No cerraré esta historia con un final feliz, porque ni es el final, ni lo que le está ocurriendo a ella es positiva en la vida real. Aún los espejismos le hacen pensar que aunque duela lo que hace con ella, con su imagen, con su tan debatible marca, puede volver a funcionar, se niega a acoger el vacío que ella misma creó. 

Si algo de esto te incomoda no es para que te culpes, es para que te escuches. No se trata de juicios sino de ver las grietas para poder arreglarlas antes de que sean daños estructurales. Míralo como una posibilidad de ajustar a tiempo lo que ya no vibra contigo, recuerda que tu voz no vino al mundo para sonar como los demás o para poner el filtro correcto a lo que ves en otros.

Ahora, si decide tomar esto como un cuento más o si para ti es un canto de sirena, también es válido, solo te pido que no digas después que nadie te lo advirtió, porque hay algo peor que perder la voz: seguir usándola sin darte cuenta de que nunca fue tuya o permitir a alguién que lo hace que siga robando. 

Como dice el viejo dicho “más vale despertar con duda, que dormirse con arrepentimiento”.

Un abrazo 

Paula 

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