CUENTO #4 : Cuentos que, aunque parecen, no son cuentos
Oct 05, 2025
Capítulo 4: La líder que voló como Ícaro
Subió tan alto buscando aprobación, que se olvidó de mirar hacia dentro.
El día que conocí a esta líder, no habló de sí misma, habló de lo que otros esperaban, de lo que debía ser, de cómo había que hablar, cómo quería que la vieran.
Y ahí lo supe: estaba volando, no era soberbia, sino autoexigencia, llena de hambre de validación,
con una estructura perfecta, pero por dentro exhausta.
No venía a buscar una herramienta de comunicación, venía a buscar permiso para no tener que ser impecable todo el tiempo.
Esta es la historia real (que parece un mito griego). Ella había llegado al cargo que soñaba, tenía un equipo a cargo, reportaba a un comité directivo, hablaba en foros, pero no se sentía líder. En realidad, aunque nunca me lo dijo literal , me mostró que se sentía un disfraz con tacones.
Por eso cada presentación era un performance, sobre preparado, cada reunión, un examen y todo el camino estaba lleno de: “Siento que si bajo la guardia, me desarman”.
En un espacio cuando ya la apertura existía le pregunté ¿Quién?, su respuesta fue: “No sé. Todos, el mundo, ellos, yo.”
La conversación siguió como suelen seguir estos casos: ella tenía miles de cursos, másters, asesorías de imagen, entrenamientos de vocería. Sabía cómo sonar perfecta, pero no sabía cómo sonar auténtica, sin miedo a caer mal.
Ícaro corporativo
La historia de Ícaro no es solo sobre volar demasiado cerca del sol, es sobre desobedecer una advertencia y en el caso de esta líder, la advertencia no vino de su padre, como en el mito, vino de su cuerpo, del cansancio, de las ganas de desaparecer después de una junta, de llorar en el baño tras ser aplaudida.
Subía, subía, subía y cada elogio era combustible, pero también presión, acompañada de dolorosas frases como “Paula, a veces siento que si hablo como realmente pienso, no me van a tomar en serio.”
Y eso fue lo más duro: no tenía miedo de fracasar, temía ser genuina y no gustar.
Carl Jung decía que lo que negamos nos somete, y lo que aceptamos nos transforma y esta mujer había negado su cansancio, su rabia, su intuición por cumplir con una imagen de éxito que ni siquiera era suya.
Y también recuerdo algo que dijo Glennon Doyle: “Sé tú misma. El mundo no necesita una líder perfecta, necesita una líder real.”
Este cuento me permite entregarte unas reflexiones que te pueden caer como un baldado o como un baño
- ¿Estás hablando para convencer… o para pertenecer?
- ¿Qué parte de tu voz has ajustado para no incomodar?
- ¿Qué tanto te mides por los aplausos que recibes?
Te propongo un ejercicio, vuelve a casa (a tu voz), haz esto en la próxima reunión:
- Antes de hablar, respira y pregúntate:
¿Esto lo digo porque lo creo… o porque es lo que esperan de mí? - En tu libreta personal, escribe tres cosas que piensas, pero no has dicho por miedo a caer mal.
- Lee esas frases en voz alta, escúchate, eso también es parte de tu liderazgo.
A esta líder no le faltaban alas, le faltaba dirección y sobre todo le faltaba permiso, no para volar más alto, sino para dejar de volar por obligación.
Ahora está aprendiendo a liderar con los pies en la tierra y con la voz más cerca del pecho que de la garganta. No todos los vuelos se miden en altura, algunos se miden en profundidad.
Y si alguna parte de ti también ha sentido que vuela alto por deber y no por deseo, quizás este sea el momento de aprender a pedir de otra forma con menos miedo y más verdad.
Estoy preparando un espacio especial para quienes, como esta líder, quieren dejar de sobreprepararse para agradar y empezar a comunicarse para conectar.
Tres movimientos estratégicos. Un nuevo modo de cerrar acuerdos sin perderte a ti en el intento.
Si este cuento te resonó el siguiente paso no es más presión. Es claridad.
Un abrazo
Paula