Que no nos duela la conciencia

Mar 28, 2022

 

Empecemos esta conversación con unas palabras muy claras de EPICTETO: “Para vivir una vida de virtud, hay que ser consistente, incluso cuando no sea conveniente, cómodo o fácil”. 

 

Los casos recientes de niñ@s y jóvenes que asumen en soledad situaciones que sobrepasan lo extremo, al riesgo de poner su vida en el medio (y que desafortunadamente se repiten en la historia y en múltiples geografías) es la razón central de este artículo que empieza con un cuestionamiento para nosotr@s l@s adult@s responsables del proceso de crianza de nuestr@s hij@s. 

 

No se trata solo de educación positiva, de darles mensajes de ánimo y de hablar bonito, estamos hablando de comunicarnos con la verdad, de tener la capacidad y las herramientas necesarias para dar una respuesta clara a la manera en la que estamos construyendo confianza con ell@s. 

 

Ya no hay edad perfecta, el tiempo y la realidad no dan espera para hablar de temas como la sexualidad, las adicciones, el amor propio, la importancia de su  voz… en fin, para todo eso que a much@s de nosotr@s nos tocó descubrir por nuestra cuenta. 

 

Hoy eso no puede ser, simplemente tenemos que tener el valor de hablar y abordar las cosas por su nombre, para entregarles herramientas correctas que no dependan del miedo o de los tabúes, que les permitan entender qué está bien y qué no, que les ayuden a ver si están aceptando o tolerando algo que no debe ser así y lo más importante: construir un puente sólido de comunicación en donde todas las conversaciones, puntos de vista y cuestionamientos son válidos, nutridos y respetados.

 

¿Cuánta apertura tenemos? 

 

Sabemos que ya no podemos contar que l@s niñ@s vienen de París o emplear la metáfora de las flores y las abejas, hoy nuestras conversaciones con niñ@s grandes y pequeños deben ir al punto, con precisión, con naturalidad, con el lenguaje correcto y sobre todo con honestidad. 

 

Partamos de un buen principio: la malicia, pena, inquietud u otros comportamientos y sentimientos que incluyamos al hablar sobre temas críticos se van a trasladar a l@s menores y por eso es tan importante responder de manera correcta a cada pregunta, confiar en lo que tenemos para decirles y en lo más importante, la intención genuina de orientarlos.   

 

También sabemos, nos guste o no, que ya no hay tema vedado, absolutamente todas las conversaciones por incómodas que sean, sí surgen, son necesarias y requieren desarrollo. Pero esto exige que cada adult@ deje al lado la ansiedad que le puede generar la situación, que se conozca y reconozca tanto en emoción como en conocimiento para que el espacio no equivalga a un baldado de agua helada que nos cae de repente sino a un paso más en esa consolidación de una relación significativa con su hij@.  

   

 

¿Somos realmente clar@s al entregarles información? 

 

¿Te haces esta pregunta al preparar y entregar información a tu hij@?, ¿verificas que llegue a la comprensión de la idea? o te acercas con temor para no correr el riesgo de despertar conversaciones prematuras, recibir preguntas que te sonrojan o desafían. 

 

 

 

¿Les ayudamos a construir su propia voz? 

 

O l@s callamos, atacamos de manera no consciente sus posturas, silenciamos sus ideas y, por lo tanto, preocupaciones, inquietudes, temores…  

 

La era de la imposición en la crianza desapareció hace rato y más nos vale contar con los insumos adecuados para pasar de la obligación a la conversación y a la construcción conjunta. Que no sea nuestro dolor ver que la omisión en la entrega de nuestra experiencia y guía, ante la falta de escucha se transforme en casos que rompen en dos la vida de nuestr@s hij@s. 

 

¿Qué tanto nos incomodamos? 

 

No nos gustan las conversaciones difíciles y usualmente los espacios de entrega de conocimiento con l@s hij@s terminan en esto que tanto nos desafía, pero respira, la buena noticia es que pueden ser mucho más fáciles si desde el inicio, y como pauta, las establecemos desde la apertura. 

 

Hacerlo de esta manera permite a las dos partes - adultos y niñ@s - expresar sus ideas y posturas con más comodidad y transparencia, eso se traduce en conversaciones reales, no en ejercicios de entrega de información que van en una sola vía y tienen muy poca aceptación. 

   

Y como los errores ocurren, y necesitamos aprender de ellos, cambia el temor a equivocarte por la comunicación transparente, insisto: llamando las cosas como son y haciendo esfuerzos reales por explicar y ayudar a comprender. 

 

Es posible que el miedo no se quite nunca y que en la medida en que nos acerquemos a campos más desconocidos se incremente; es precisamente por eso que debes tener suficiente apertura como para darte cuenta desde el principio que es posible cometer errores y que solo así los podrás corregir pronto. 

 

Si vas construyendo una relación con bases sólidas con tu hij@ en un entorno de confianza y transparencia, todo va a salir muy bien. La clave es admitir que no lo sabes todo, que te preocupa y hasta te asusta, también que si hay errores estás dispuesto a corregir. Es el camino para concluir en momentos positivos, compartir desde una comunicación abierta y transformar las conversaciones difíciles en espacios de confianza.

 

Una cultura de comunicación abierta

 

En cualquier situación de comunicaciones que nos provoque ansiedad o desorientación, la práctica de la empatía nos ayuda a navegar mejor el momento; con respeto e intención genuina de comprenderl@ y de cerrar la brecha que pueda existir entre l@s dos, buscamos ponernos en los zapatos de nuestr@ hij@ y generamos la sensación de estar juntos en el camino, no ignorados, perdidos y solos, como suele pasar si el camino es diferente. 

 

Si conversamos desde este punto y sin ideas preconcebidas, podemos llegar a un término que leí alguna vez y me encanta: la franqueza radical. Esa que evita críticas innecesarias y se concentra en decir la verdad desde un ángulo espectacular: Te conozco y te reconozco. Es así como nos paramos en la humildad radical, reconocer que no siempre sabemos lo que nuestr@ niñ@ piensa, cree o quiere. Esto  se traduce en un  -No sé cómo te sientes, pero estoy aquí para escuchar, para que aprendamos juntos-  y que impacta de la mejor manera el bienestar emocional y social de la otra persona.

 

Si realmente te interesa construir un espacio de conversación:

 

 

 

Espero que cada uno de los recursos que te comparto contribuya a la construcción de la confianza y de la voz de tant@s niñ@s que así lo necesitan, la misión está en tus manos. De nuevo es cuestión de hacer uso de tu #ConcienciadeComunicacion.

Un abrazo.

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