Hablemos de nuestra capacidad sonora: así como tu cerebro está perfectamente preparado para responder a cada situación, también lo está  tu voz. Es cuestión de permitirle hacer su trabajo y de tener siempre presente que nuestro cuerpo es la máquina más perfecta, que si le dejamos hacer su tarea tendremos menos posibilidades de errar.

Aquí vuelven al terreno de juego las emociones y la conexión genuina con lo que estoy diciendo. Gracias a ellos, la voz se conecta con el cuerpo y con las ideas. Así evitaremos caer en errores frecuentes como ser planos a la hora de comunicar o exagerar y vernos poco genuinos.

Vemos más acerca de este poderoso recurso para que te animes a subir o bajar la voz para enfatizar o profundizar lo que dices, fortalece tus historias o conversaciones usando un tono de voz que refleje las emociones y las situaciones. 

No se trata de que estudiemos técnica vocal, tan útil para los cantantes, o de que peleemos con nuestro acento (parte de la huella personal, del estilo). Se trata de transmitir cada palabra con la fuerza necesaria para que la otra persona comprenda y se conecte con nosotros.

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